Había unos “hermanos” cristianos que al ver el nuevo joven que llegaba a su “comunidad”, quisieron hacerle una “prueba santa” para ver si el nuevo joven era de hecho confiable y si podría estar entre los “más espirituales” de la hermandad.
Se reunieron y pensaron: “
¿Qué haremos para probar a este jovencito que acaba de llegar a nuestra comunidad?”
Algunos dijeron: “¡Comencemos hablar mal de otro hermano para ver si él es chismoso!”.
“¡Así es! Una buena idea”. Lo hicieron y el nuevo joven cristiano no quiso hablar mal de los demás.
No contentos, los “hermanos” pensaron:
“¡Ahora a ver si él es fiel de verdad en el trato con las muchachas!”. Entonces, hicieron la “prueba”: Pusieron una chava para coquetearlo, aun sabiendo que el joven era comprometido con otra. Sin embargo, él no hizo caso a la “hermanita” que casi le piropeaba dentro de la Casa de Dios.
Entonces, los “hermanos” reunidos una vez más resolvieron aumentar la “prueba santa”:
“¡Vamos poner dinero en sus manos a ver si él robará!”.
Lo hicieron con toda cautela y “inteligencia”. Y el joven una vez más no cayó en la “prueba santa”.
Por fin, lo llamaron y le dijeron:
- ¡Estimado joven! Ahora sabemos que tu eres un joven de Dios.
-
¿Y por qué?, él pregunta.
- Porque tu no caíste en las pruebas que te hicimos – y le contaron todo que pasó.
El joven admirado respondió:
- ¿Ahora saben ustedes que soy de Dios?
- ¡Claro que si hermano! Respondieron los “sabios hermanos”
- Pues ahora sé que ustedes son del diablo.
- ¿Y por qué? ¿cómo puedes decir eso?, se sorprendieron los de la comunidad.
El joven les acuerda que:
“Porque Dios no puede ser tentado por el mal y El mismo NO TIENTA A NADIE” (Santiago 1:13).